La pérdida de D. Antonio Fernández Cid provoca un gran dolor en sus familiares y seres queridos y un profundo vacío en quienes trabajamos con él en la atención social. Don Antonio, como todos le conocían, nos ha dejado su ejemplo y el compromiso con los más desfavorecidos y ha sembrado la semilla para que los más necesitados pudiesen aspirar a una vida mejor. Fue un emprendedor en su época, que se sumergía de lleno en proyectos sociales para lograr un impacto positivo que mejorase las condiciones sociales y económicas de las personas.
Nació en Santa María de Puente Ambia (Baños de Molgas) en 1934 en el seno de una familia con fuertes convicciones religiosas. Estudió en el seminario de Ourense y con 23 años se ordenó sacerdote. Fue párroco de Arnoia junto con don Ignacio durante 51 años, y allí su recuerdo está presente en múltiples iniciativas socioeconómicas que dinamizaron la zona y que dan empleo a muchas familias.
Don Antonio fue promotor de las cooperativas del Pimiento de Arnoia y del Ribeiro e impulsor del termalismo en la comarca, dos claros ejemplos de instituciones creadas para mejorar la vida de la gente de la comarca.
Hombre discreto y trabajador incansable, siempre compaginó su labor de sacerdote con otras actividades en favor de colectivos más desfavorecidos. Se preocupaba de que las personas mayores y con alguna discapacidad tuviesen una mayor calidad de vida y que los trabajadores pudiesen desarrollar su labor en las mejores condiciones técnicas y humanas. Primero en Cáritas Diocesanas de Orense y, posteriormente, en la Fundación San Rosendo, donde ejerció de patrono desde su constitución, en 1992.
En esta Fundación recordamos su meticulosidad como responsable de finanzas, pero también su valentía y arrojo a la hora de impulsar nuevos proyectos que tuviesen un impacto social positivo, como fue el desarrollo de las aguas mineromedicinales en Arnoia.
Amigo y colaborador leal de don Benigno Moure, no dudó en viajar a varios países del centro de Europa para traer a Orense las ideas más innovadoras del termalismo e impulsar el desarrollo de este recurso en el entorno rural de forma sostenible.
Los que hemos trabajado con él en diferentes proyectos desatacamos su visión humanística y la capacidad de escuchar y sacar lo mejor de las personas para promover el desarrollo económico y social del rural. Tampoco olvidamos su gran sentido del humor, oportuno y medido, para arrancarle una sonrisa a la vida.
La labor espiritual y social desarrollada por don Antonio durante tantos años son un ejemplo para todos los que hemos colaborado con él a lo largo de su vida y nos compromete a seguir con su obra. Descanse en paz.
Jose Luis Gavela, presidente de la Fundación San Rosendo.