Conjuro de Samaín en Maside

Calaveras, calabazas, arañas de peluche, sombreros de bruja, sábanas con cara de fantasma, chuches terroríficas y hasta una queimada con conjuro incluido. Ni un detalle faltaba ayer para festejar el Samaín en la Casa Grande de Maside, de la Fundación San Rosendo. Una jornada festiva para celebrar esta tradición pagana de origen celta entre los 23 mayores que conviven en este centro, en las vísperas del Día de Todos los Santos.

Aún no habían sonado las doce del mediodía, cuando los residentes, ataviados con pelucas y sombreros, llegaron al salón y la educadora social Thalia Sequeiros pidió que se cerraran las ventanas. En medio de la oscuridad, solo brillaba la decoración de Halloween y el fuego de la queimada, mientras una muñeca enana emitía luz violeta y gritos de terror. “Hacemos esta queimada para animar a los abuelos y porque nos lleva a la época en que ellos la hacían para espantar a las meigas”, explica Sequeiros, que es la encargada de revolver el brebaje y leer el conjuro, que arranca risas entre los mayores.

“El objetivo es entretenerlos, que se diviertan y que vivan momentos felices adaptados a la época en la que estamos”, señala Sequeiros, que también trabaja como educadora en la residencia A Saleta, de Cea. Aquí, en Maside, los mayores participan en el Samaín con diferentes ánimos. A Lucrecia Valencia, de 83 años, le gusta mucho. Esta tinerfeña casada con un gallego lleva ya más de 14 años en la residencia y disfruta mucho con esta fiesta. “Me encanta esta celebración y compartirla con la gente”, dice. A su lado, Josefa Rodríguez, de 76 años, también sonríe pese a que no le entusiasman las fiestas paganas. “Nunca me gustó y sigue sin gustarme el Samaín; prefiero otro tipo de celebraciones”, afirma.

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