Los usuarios y trabajadores de la residencia Nuestra Señora de la Esperanza, que forma parte de la Fundación San Rosendo, trabajaron para llenar sus instalaciones del espíritu de la Navidad. Dentro del proyecto Experiencia Activa, en el que colabora La Región, los residentes participan en diversas actividades de manualidades o musicoterapia que les ayuda y les motiva para disfrutar de las fiestas. “Hacen muchas cosas para adornar y nos dan ideas”, apunta María Aránzazu, directora del centro.
Una de las mayores tradiciones de la Esperanza es su famoso belén, donde hay réplicas de la residencia o de A Chavasqueira. Con el inicio de la pandemia cambió de ubicación y eso redujo su tamaño, pero se mantiene accesible para todo el mundo. “A los residentes les encanta y escondemos un caganer que siempre acaban buscando”, explica. Además, los mayores elaboraron centros de mesa para decorar en los días con las comidas festivas y tarjetas navideñas para felicitarles a los residentes de otros centros de San Rosendo. Otra de las actividades que desarrollan es con villancicos. Cada día escuchan uno para aprendérselo “y después los cantan todos en los días de fiesta”.
El pasado sábado celebraron el día de su patrona con una misa, a diferencia de otros años cuando armaban una buena fiesta. “Por el covid llevamos casi dos años sin hacer grandes cosas. Nos adaptamos a las circunstancias”, comenta Aránzazu. La eucaristía se hizo de forma que los usuarios la siguiesen desde la planta de su habitación y luego disfrutaron de un chocolate con churros.
Los usuarios que pasen la Navidad en casa, con la familia, deberán volver con una prueba PCR negativa hecha. “Nosotros solo les recordamos a sus familiares que hay que tener muchas precauciones, porque los mayores son los más vulnerables”, recalca la directora.