Mayores emigrantes cuentan su experiencia: recuerdos de una maleta

Unas pequeñas maletas con lo imprescindible para emprender una nueva vida, cientos de recuerdos «da terriña» que los vio nacer y la promesa de regresar junto a sus seres queridos conformaron, en numerosas ocasiones, el ligero equipaje de todos aquellos gallegos que, un día, se vieron obligados a emigrar. En la residencia Nuestra Señora de Villanueva que la Fundación San Rosendo tiene en Allariz hay un grupo de usuarios que partieron dispuestos a emprender una vida mejor y, ya de vuelta a Galicia, todavía atesoran numerosos recuerdos.

Sentada en su butaca granate, Eloisa Gallego, de 95 años, desempolva y comparte sus «lembranzas». «Emigrei coa idea de ir a Alemaña en autobús, acompañada das miñas irmás, cuñadas e unha tía. Nunca antes sairamos de aquí, non levabamos contrato, e tivemos que apearnos en Bélxica, soas e sen saber o idioma». Así comienza a relatar su historia mientras mantiene la mirada en el gran ventanal con vistas al casco viejo de Allariz. Sería en Bélgica donde pasaría trabajando los siguientes trece años. Sol y Alberto, que así se llamaban sus patrones, hablaban seis lenguas por lo que siempre se comunicó con ellos en español. Sus quehaceres incluían planchar la ropa, coser, limpiar y atender al teléfono. «Cando os patróns saían a facer algún recado deixábanme a min as chaves e eu encargábame de coller as chamadas. Todos falaban en francés menos eu, polo que aprendín de memoria a seguinte frase: ‘Señora ou señor, neste momento os patróns non están, se fai o favor de deixarme o seu número dareillo cando cheguen’, e limítabe a repetila», cuenta entre risas.

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